Por Gerardo Cartagena Crespo
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Oye Samuel; me dijeron que los otros días Francisco te dejó paralizado y aturdido con eso de que María es Madre de Dios. Si hubiese sido a mí, puedes estar seguro que no me coge.
--¿Ah sí? ¡No me digas! Como aquella vez que saliste huyendo ante la ráfaga de afirmaciones que te lanzó.
--Bueno, Cristal, en aquella ocasión me cogió fuera de base y no estaba preparado para el combate. Además, si no está en la Biblia, no lo creo…
--O sea, David, tu eres de los que se aferran a la Biblia, y de ahí no salen.
--Bueno, Antonio, es que ella es la única fuente de la verdad y la única autoridad, y no hay otra. ¿No es cierto Samuel?
--Así es.
--Sí, pero…
--Ajá, Cristal, pero qué.
--Estoy tratando de acordarme de un texto que utilizó una vez Francisco en un retiro para refutar esa idea, pero no me acuerdo.
»Antonio, ¿te acuerdas del texto?
--Yo también estuve en ese retiro, pero no me acuerdo. Pero mientras nos acordamos a ver si David o Samuel me pueden responder a esta pregunta. Para ello seguiré la misma táctica de Francisco, que por cierto, de él últimamente estoy aprendiendo mucho sobre la fe católica.
»Pues, bien… Ustedes dicen y aseguran que la Biblia es la única fuente de la revelación y, por lo tanto, la única autoridad. ¿Cierto?
--Absolutamente cierto -contesta David.
--Dicen y aseguran que para que algo sea verdad tiene que estar en la Biblia. ¿Correcto?
--Así es. No puede ser de otra manera.
--Bueno. Si es así, entonces, si no está en la Biblia es falso.
--Has llegado al punto, y no hay quien lo contradiga.
--¡Uff! Creo que la cosa se está poniendo muy interesante -manifiesta Cristal-. Y por cierto, ya me acordé del texto y lo he apuntado para que no se me olvide.
--Pero sigamos con tu planteamiento, pues aunque estoy vislumbrando por donde es que vas, quiero escucharlo -dice Samuel.
--Pues, sigamos.
»Si las cosas son así como los protestantes aseguran que tal cosa o doctrina, enseñanza o creencia tiene que estar en la Biblia para que sea verdad, pues de lo contrario es falso, entonces, ¿dónde dice la Biblia que ella es la única fuente de la divina revelación y, por consiguiente, la única autorizada para enseñar?
--Ja, ja, ja, ja. Creo que te falta mucho por aprender -contesta David.
--Sí. En eso estoy. Respóndeme entonces para aprender más. Y David, buscando en su Biblia dice:
--En la segunda carta de San Pablo a Timoteo, en el capítulo 3, versículos 16 y 17 leemos:
«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda obra buena.»
»Como ves, la misma Biblia me da la razón al enseñarnos claramente que toda la Escritura está inspirada por Dios, y ustedes los católicos andan equivocados con eso de la tradición. Cuentos y fábulas de hombres que Cristo mismo condena como en Mateo 15, donde Cristo condena las tradiciones y…
--David, quiero que me contestes la siguiente pregunta, pero será para después, en la hora de almuerzo, porque ya vamos a entrar a trabajar.
--¡Francisco, hola! -manifiesta Cristal llena de alegría.
--Gracias a Dios que llegas a tiempo, pues me estaba metiendo en un hoyo aparentemente sin salida.
--Los he estado escuchando hace rato detrás de la columna, pero no quería interrumpirlos, pues ibas muy bien en tu planteamiento, y creo que yo no lo hubiese hecho mejor. Pero antes de que se me olvide te quiero hacer una pregunta David, y también a ti, Samuel.
--Sí, dila.
--Mi compañero te hizo una pregunta a la cual respondiste con el texto de segunda a Timoteo 3, 16. Texto con el cual tú pretendes probar y dar por terminado el problema. Pues no. ¿Dónde dice ese texto que la Biblia es la única fuente de la divina revelación y, por ende, la única autoridad?
--Creo que si escuchaste bien, más claro no puede estar el texto. Ahora digo yo, si no lo quieres ver, es tu problema. Veo que aquí te cogí y no tienes escapatoria…
--Eso lo veremos a la hora del almuerzo. Te vas a llevar tremenda sorpresa.
*** *** ***
--Que te pasa, Ana.
--Es que no me quiero perder como va a terminar esto entre Francisco y David. Estuve escuchando esta mañana las peleas…
--Debate, diálogo.
--Bueno, eso; entre David y tú, y ahora con Francisco la cosa se va a poner muy buena.
--Ni que fuese una novela.
--Mejor que eso, Andrés, mejor que eso…
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--Bueno, Francisco, según tú, ¿cuál es la sorpresa que me voy a llevar? -pregunta David-. Porque mira que he estado examinando el texto mentalmente, y no veo otra cosa distinta de lo que puedo entender e interpretar, sino que ella manifiesta y prueba la postura protestante.
Y Francisco dirigiéndose a Samuel le cuestiona.
--Samuel, tú eres una persona más abierta para ver y entender lo que otros no pueden ni quieren ver ni entender. Dime, ¿en qué parte del texto leído enseña, dice, manifiesta, prueba, argumenta…?
--¡Yaaa!
--Calma, Ana, que estas cosas hay que cogerlas con calma -dice Antonio.
--Es que el tiempo corre y quiero ver como termina todo esto.
--No te preocupes -continúa Andrés-, si no se termina hoy, se continuará mañana. Continúa Francisco.
--Pues como iba diciendo: ¿dónde ese texto da a entender que la Biblia es la única fuente de la verdad y la única autoridad? ¿Quieres, Samuel, leer el primer versículo, para que todos lo escuchemos?
--«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.»
»Bueno, dice que toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para muchas cosas…
--¡Para muchas cosas, no! ¡Para todas las cosas! -objeta David.
--Y ustedes, Antonio, Ana, Cristal, Andrés. ¿Qué piensan? -pregunta Francisco.
--Bueno, yo veo que ahí sólo dice toda Escritura. En ninguna parte dice sólo la Escritura.
--Muy bien, Cristal.
»¿Y qué tú piensas de ese planteamiento, Samuel?
--Bueno… Creo que es muy válido y tendré que estudiarlo más a fondo y…
--¡Válido ni válido! No te dejes invadir por el pensamiento de este mundo, Samuel. Mira que Satanás obra como ángel de luz para confundir y engañar.
--Bueno, David -continúa Francisco-, tú aseguras que ese texto prueba que la Biblia es la única autoridad. Pues bien, te pregunto: ¿De dónde tú sacas que toda Escritura es lo mismo que sólo la Escritura?
»Este texto por ningún lado que se agarre enseña lo de sólo la Escritura. Es meramente una interpretación gratuita para apoyar lo insostenible.
»Cuando yo afirmo que todas las chinas tienen vitamina C, de ninguna manera estoy insinuando o enseñando o argumentando que sólo las chinas tienen vitamina C, pues hay otros muchos alimentos que contienen también vitamina C.
»Ahora, si yo digo que sólo las chinas nacen de un árbol de china, pues lógicamente se entiende que sólo las chinas nacen de ese árbol en específico, y no toronja o aguacate.
»Así pues, toda Escritura y sólo la Escritura son dos afirmaciones completamente contrarias; una es bíblica: toda la Escritura; y la otra no es bíblica: sólo la Escritura.
--Así las cosas, como puedo entender -añade Cristal- lo de sólo la Escritura, más que una afirmación no contenida en la Biblia, es una interpretación protestante que está fundamentada sobre arena. ¿Cierto?
--Y si es una interpretación protestante no bíblica, según el principio protestante de que lo que no está en la Biblia no puede ser cierto… ¿A qué conclusión podemos llegar, Samuel?
Silencio.
--¿Y tú, David?
--¡Bah! Vuelvo y repito. El diablo se las ingenia, ¡y de qué manera!
--Dime, David, ¿a cuál Escritura se refiere San Pablo?
--Pues a cuál va ser. A la Biblia.
--¿A toda la Biblia?
--¡Pues, claro!
--Escucha bien. Te repito: ¿a toda la Biblia?
--Por quién me quieres coger, ¿por un tonto?
--No. Quiero que pienses y analices lo que dices, e igualmente lo mismo para todos ustedes.
»Cuando San Pablo dice toda la Escritura se estaba refiriendo al Antiguo Testamento, puesto que el Nuevo Testamento aún no existía, sólo varias cartas de San Pablo y uno que otro Evangelio, y aun así dispersos por las diferentes comunidades cristianas.
»Así, pues, la confesión de fe de San Pablo de que toda la Escritura es inspirada por Dios y útil va dirigida solamente al Antiguo Testamento, no para el Nuevo Testamento que aún no existía como tal.
»¿O es que piensas, David, que los Apóstoles iban como ustedes hoy con una Biblia bajo el brazo?
»Pues, te equivocas…
»¿Qué estás diciendo, David?
--Nada, nada.
--Lo oí decir algo raro -dice Ana y lo confirma Andrés con la cabeza.
--Creo que será mejor continuar mañana, pues vamos a entrar ya -advierte Antonio.
--¡Uhhh! ¡Qué…! Cuando la cosa se está poniendo buena, me cortan la nov… -dice Ana.
--Mañana continuaremos con algo muy interesante.
»No-se-lo-pierrrrdan.
*** ***
--¡Oye, Luis -pregunta Ana-, ¿has estado al tanto de las discusiones... mejor dicho, de los diálogos, charlas, conversaciones, bueno, de lo que sea, entre Francisco, David, Samuel y demás compañeros? Están de lo más interesante.
--¡Qué voy yo a estar perdiendo el tiempo en tonterías como esas! Además, eso es una prueba a mi favor en contra de las religiones, pues si fuera verdad lo que dicen estarían en paz y no en continuas guerras.
»A la verdad que mis profesores de universidad tenían razón cuando hablaban contra Dios, la religión y sobre todo contra la Iglesia Católica.
»Si Dios existiera y fuera bondadoso como aseguran que es, ¿por qué existen tantas injusticias, guerras, hambre, en fin, tantos males que azotan a la humanidad?
--Bueno, yo no sé cómo responderte, pero sí sé que Francisco sí sabría cómo hacerlo. Además, creo que no pierdes nada con escuchar.
--Eso es así, Luis.
--¿Tú también, Cristal? Desde que fuiste a ese retiro ya no eres la misma de antes. Además, yo no soy tan tonto para estar metido de pies a cabeza en la religión.
--No es meramente estar metidos de pies a cabeza en cosas de religión, es estar metidos de pies a cabeza en el Corazón del Dios vivo y verdadero, que por su infinita bondad nos llama a vivir en el amor.
»Y ante tu cuestionamiento de cómo es posible la existencia de un Dios infinitamente bondadoso que permite la existencia del mal en el mundo, tú mismo eres una respuesta clara de la infinita misericordia de Dios al permitirte que puedas elegir contra Él. Así es el Amor, aunque suene duro.
--Sí, pues, pruébame que existe, y tal vez le acepte.
--Ese es tu problema, el tal vez. Te pareces a David atrincherado en su coraza de prejuicios e ignorancia.
»Además, no estaré en este momento lo suficientemente capacitada para enfrentarme contigo en un debate sobre la existencia de Dios, pero sí te aseguro que no soy tan tonta como para apostar a favor de la nada. Entre la nada y el Todo, prefiero quedarme con el Todo.
--¿Pues sabes qué? ¡Qué sorpresa te vas a llevar cuando mueras y descubras que no hay ni existe nada de lo que tú crees aseguras ser verdad!
--¿Pues sabes qué? Si no hay nada, ninguna sorpresa me voy a llevar, pues de nada me voy a enterar. La sorpresa te la llevarás tú cuando mueras y descubras que después de la muerte sí hay otra vida, y vida eterna: salvación eterna para quienes optaron por el Amor y condenación eterna para quienes le rechazaron.
»Ven Ana, que ya llegó Francisco y no quiero perderme de nada, pues quiero seguir aprendiendo y conociendo mi fe católica para vivirla, propagarla y defenderla.
--¡Oye, nena! ¡Qué mucho has aprendido!
--Ojala pudieras tú ir a un retiro.
--Lo pensaré.
____________
--Y David, ¿dónde se metió? -Pregunta Ana.
--David, ¿no vienes? -Pregunta Antonio.
--¡Qué voy yo a perder el tiempo en escuchar las mentiras del diablo!
--¿No será que tienes miedo de enfrentarte a la verdad?
--¿Miedo, yo? ¡Ja! Más bien precaución contra las insidias de Satanás.
--David, ¿estás seguro de estar en la verdad? -le cuestiona Samuel.
--¡Qué clase de pregunta! ¡Pues claro que estoy seguro!
--¡Pues demuéstralo y encara las mentiras del diablo! -le dice Aníbal, otro protestante que al enterarse de la situación precaria de sus compañeros ha decidido unirse al debate-. Quien cree poseer la verdad no le teme a nada. Si te mantienes al margen de este debate, les estarás dando a ellos la razón.
David, con un gesto de no muy a gusto se dirige al grupo.
--Bueno -comienza Francisco-, recapitulando lo expuesto ayer: Hasta ahora hemos visto que el texto de segunda de Timoteo 3, 16 para nada apoya la teoría protestante de sólo la Escritura, y que "toda la Escritura es inspirada por Dios y útil" es una confesión de fe de San Pablo sólo hacia el Antiguo Testamento...
--Yo no estoy nada de acuerdo con esas afirmaciones -objeta Aníbal.
--Bueno papá -dice Ana-, si hubieras estado aquí ayer te hubieses enterado del porqué y la razón de eso. Si quieres enterarte, pregúntale a Samuel, y él te explicará bien.
--Ahora bien -continúa Francisco-, la pregunta clave es: ¿A cuáles libros se estaba refiriendo San Pablo?
--Pero, ¿qué tontería es esa? -cuestiona Aníbal nuevamente-. ¡A todos los de la Biblia!
--¡Y volvemos otra vez! -refunfuña Ana-. Pero chico, ¿no te has enterado que para ese entonces todavía no existía el Nuevo Testamento? ¡Upff!
--No te desesperes Ana, que es que el pobre no estaba presente la vez anterior y está más perdido que… -dice Andrés.
--Oye Cristal. Por ahí se está acercando Luis -dice Ana al oído a Cristal.
--Déjalo que se acerque. No lo moleste. Déjalo tranquilo.
--Sabemos que para el tiempo de los apóstoles -prosigue Francisco- existían varias colecciones de libros del Antiguo Testamento que eran considerados como libros inspirados.
»¿Me pueden mencionar algunos?
--Bueno, el Pentateuco, los Profetas… -dice Samuel-
--Salmos, Eclesiastés, Ester… -añade David.
--Con el Pentateuco tal vez no tengamos ningún problema -aclara Francisco-, pero en cuanto a los Profetas el problema está en que no tenemos una lista que nos muestre cuáles son y cuántos realmente son.
--Sí, pero, la Biblia hace referencia a algunos de ellos, como Isaías… -aclara Samuel-.
--Aclaremos: la Biblia en su totalidad, no; el Nuevo Testamento sí hace referencia a algunos de ellos.
»Pero, vuelvo y repito, no hay una lista que los mencione y enumere, por lo que tenemos que fiarnos de una autoridad extra-bíblica la cual nos aseguraría cuáles y cuántos son.
--Si me vienes con la herejía de que es la iglesia esa autoridad, a otros con ese cuento que a mí no me vas a engañar -objeta David.
--Te pregunto, David -lo reta Francisco-, y quiero que me pruebes por la Biblia: ¿A quién Cristo encarga y da plena autoridad de predicar el Evangelio: a la Biblia o a la Iglesia?
--Bueno, es que Cristo no lo tiene que decir explícitamente…
--No me vengas con esa salida tan floja para tratar de esquivar la pregunta. Si no sabes la respuesta desde la Biblia, no puedes argumentar nada.
--Pues, danos tu respuesta entonces -lo reta Aníbal.
--Si leemos a Mateo 28, 18ss, Marcos 16, 15 y Hechos 1, 6 al 8. En estos textos Cristo, con toda su autoridad y poder, manda a sus discípulos y apóstoles a que prediquen el Evangelio; que se anuncie la Buena Nueva por todo el mundo y a toda la creación, y se hagan discípulos en todas las naciones hasta los confines de la tierra.
»Sobre todo vemos que Cristo no manda a sus discípulos a escribir nada, sino a predicar y hacer discípulos suyos a todos los pueblos. Es la Iglesia, representada en los discípulos y apóstoles, la encargada de custodiar y dar a conocer la Buena Nueva de la Salvación, no la Biblia. Es la Iglesia la que tiene la legítima autoridad, dada por Cristo, de predicar el Evangelio; por lo tanto, es ella la única que puede interpretar lo que ella ha manifestado, dicho y enseñado en forma oral y escrita…
--Pero esa es tu interpretación -objeta Aníbal.
--Si estoy equivocado en mi interpretación porque lo dice un católico, veo entonces un caso de prejuicio, y los prejuicios nunca están a favor de la verdad y realidad de las cosas, siempre buscarán llevarle la contraria.
»Si de hecho estoy equivocado en mi interpretación, pues habrá que decirle a los escritores sagrados que redacten con toda la claridad posible y que exige la mentalidad de nuestro tiempo, para que podamos entender lo que quieren decir sin interpretar nada.
»Esto, lógicamente es imposible, y estaría demás, puesto que los textos son del todo claro: Cristo manda a sus apóstoles y discípulos a predicar, no a escribir. Si es todo lo contrario, pruébamelo por la Biblia, de lo contrario no puedes argumentar nada.
--Sí, pero… ¿dónde dice explícitamente e inequívocamente que es la iglesia la encargada de anunciar el Evangelio?
--A eso es a lo que me refiero cuando digo que ustedes están prejuiciados contra la Iglesia Católica. Si lo decimos los católicos, la interpretación no vale, no funciona; tiene que estar claramente en la Biblia con nombre y apellido, de lo contrario no vale, no sirve. Pero si son ustedes, hay que aceptar sus interpretaciones como palabra de Dios, aunque Dios no haya dicho lo que ustedes interpretan.
»Pues bien, David, me exiges que te dé un texto explicito que indique fuera de toda duda razonable que la Iglesia es la legítima encargada y autorizada para predicar el Evangelio. ¿Quieres, por lo tanto, leer Efesios 3, 8 al 11?
--Dice: "A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,…”
--Leemos bien claro -explica Francisco- que Dios, desde la eternidad, quiso que la sabiduría en él escondida fuera revelada y dada a conocer, en Cristo Jesús, por medio de la Iglesia. Y sólo ella, que no está encerrada en las páginas de un libro, sino que ella es la autora del Libro, es la que tiene la autoridad de pregonar y dar a conocer a todas las naciones, hasta los confines de la tierra la verdad revelada; el Evangelio, sabiduría de Dios que hasta ese momento estaba escondido en Dios y que fuera revelado por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo, es ahora predicado y dado a conocer por medio de la Iglesia…
--Yo sigo insistiendo que la Biblia es la única autoridad a la que hay que atenerse -insiste David.
--¡Pero, qué le pasa a éste! -dice Cristal-. ¡¿Estás ciego?! ¡¿No puedes ver?!
--¿O será que no quiere ver? -añade Antonio.
--David, tú mencionaste dos libros considerados como inspirados: Eclesiastés y Ester. ¿Sabías tú que estos dos estuvieron a punto de quedar fuera, excluidos, eliminados de la Biblia?
--¡Bah! A mí el diablo no me va a confundir.
--¡Qué poco sabes de la historia del canon bíblico!…
--El tema está de lo más interesante, pero creo que ya estamos a punto de entrar a trabajar.
--Buenos días Luis, y gracias por ponernos al tanto.
»Y esto continuará al medio día.
--Como siempre. Cuando la cosa se está poniendo buena, nos cortan a la mitad -protesta Ana.
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