Jesucristo, verdadero Dios o ¿criatura de Dios?

Por Gerardo Cartagena Crespo





La divinidad de Jesucristo es una de las verdades fundamentales del cristianismo tan importante que, se ha hecho indispensable para los enemigos de Dios destruir dicha fe y arrancarla de la mente y el corazón de los creyentes. Destruir la fe en la divinidad de Jesús, es destruir el fundamento que hace del cristianismo lo que es: la religión del Amor que se ha encarnado y revelado a la Humanidad. Sin esta verdad el cristianismo no tendría sentido ni razón de ser ni de existir. Por eso los ataques constante y continuo contra Cristo. Ya lo hemos visto desde mucho antes del Código da Vinci y después.

Ahora bien, demostrar la divinidad de Cristo a los no creyentes, a mi mayor entender, sería una perdida  de tiempo puesto que, si no creen en Dios o, por lo menos no creen en Jesucristo, sería (aunque no imposible) difícil que creyesen a los argumentos presentados. Puesto que la fe en la divinidad de Jesucristo es un acto sobrenatural de fe, lo primero que se debe tener es creer en Dios como un acto sobrenatural de su gracia, sin la cual no es posible creer por fe divina. Por eso, este tipo de apología va destinado a creyentes en Dios y en su Mesías, pero que le niegan a Jesucristo su divinidad.

A continuación presentaré dos argumentos que nos ayudarán a entender y aceptar esta gran verdad, y defenderla contra los que se llaman así mismos cristianos, pero la niegan. La primera por vía de razón teológica y la segunda por vía bíblica.


I. La razón teológica


Importancia del valor infinito del redentor y de la redención.

Cuando el ser humano se rebela contra Dios, rompe su amistad y familiaridad con Él; luego se crea un abismo infranqueable entre Dios y los hombres: el ser humano viene a ser enemigo perpetuo de Dios puesto que el hombre por su condición de criatura no posee, como medio de reparación y desagravio, actos meritorios cuyo valor estén a la par con el ofendido (en este caso Dios), cuya dignidad (por su aseidad) es infinita. 

Luego el valor meritorio para dicha reparación debe ser de valor infinito, valor que el ser humano (y ninguna criatura por muy perfecta que pueda ser) no posee.

La gravedad de la ofensa requiere y exige que la reparación esté en proporción a la ofensa. Y así:

1. El ofensor

a. ¿Quién es el ofensor? El hombre que por desobediencia rompe su amistad con Dios

b. ¿Quién debe reparar esa ofensa? Siendo que el ofensor es el hombre, quien debe reparar el daño cometido también debe ser hombre.

2. El ofendido

a. ¿Quien es el ofendido? Dios, cuya dignidad es de valor infinita.

b. ¿Qué valor meritorio se debe tener para poder ser reparada esa ofensa? Siendo que el ofendido es Dios, el valor de esa reparación ha de estar a la altura del ofendido, por lo tanto, su valor debe ser infinito.

3. Dignidad de la criatura contra la dignidad del Creador

a. ¿Qué criatura, hombre o ángel, tiene valor infinito para poder llevar a cabo dicha reparación? Sucede, pues, que ninguna criatura, por más perfecta que ésta pueda ser, ni siquiera el más grande de los ángeles, posee valor infinito para reparar la ofensa cometida contra la infinita dignidad y majestad de Dios.

4. Única solución

a. Sólo un ser de naturaleza infinita y eterna, Dios, puede hacerlo.

5. La iniciativa

Siendo Dios el ofendido y ante la absoluta incapacidad e imposibilidad del hombre de reparar dicho daño, Él se toma la iniciativa de realizarlo y, por Él mismo reparar dicho daño.

6. Y ¿cómo lo hace?

Dios nos muestra su infinito amor al enviarnos a su Único Hijo, el Verbo eterno (de su misma naturaleza y por lo tanto Dios como el Padre, por consiguiente con valor meritorio infinito), para la salvación del mundo (de todos aquellos que quieran salvarse, pues la salvación, como el amor, es gratuita y no se impone).


II. Por vía bíblica


A. Jesús, el Verbo o Palabra del Padre, es la Sabiduría de Dios

San Pablo, en su primera carta a los Corintios, capítulo 1, 24.30 dice y enseña que, Cristo Jesús es la Sabiduría de Dios. Si el Verbo es la Sabiduría de Dios, según esta enseñanza de San Pablo, es testimonio de que efectivamente Jesucristo es Dios.

Objeción:Los Testigos de Jehová utilizando este texto indican (dejándose llevar por Proverbios 8, 22, donde se dice que la sabiduría fue creada), que Cristo, por lo tanto, es una criatura; la más perfecta y la primera, pero criatura de Dios.

Refutación:Aclaremos que sabiduría es conducta prudente (ver Proverbios 8, 12-14), y conocimiento profundo (ver Proverbios 1, 20-23 y 8, 4-11).

Ahora bien, según las Escrituras Cristo es principio y fundamento de toda la creación: «por quien todas las cosas fueron creadas» (Colosenses 1, 15-17); y sin él nada de lo que existe hubiese sido (Juan 1, 3). Es decir, Pablo y Juan nos señalan y aseguran que Dios, sin dicha sabiduría, no hubiese traído a la existencia todo cuanto creó. En otras palabras Dios, sin sabiduría, no hubiese podido crear.

Ante esto nos debemos preguntar, ¿la Sabiduría de Dios es eterna, como enseña el Cristianismo en general, o tuvo un comienzo, un principio en el existir, como enseñan algunas sectas, incluyendo a los Testigos de Jehová?

Si Cristo es la Sabiduría de Dios, como nos lo asegura San Pablo; y si Cristo, Sabiduría de Dios, hubiese sido creado como interpretan los Testigos de Jehová, tenemos entonces que antes Dios no poseía o no tenía sabiduría.

Y si Dios antes no tenía sabiduría, siendo que la sabiduría es necesaria para poder obrar correcta y adecuadamente, para conocer y conocerse a sí mismo a profundidad, ¿cómo pudo Dios haber creado a la sabiduría si carecía de los medios indispensables para poder crearla? Y no solamente para poder crear, sino para él mismo poder existir. De Dios no haber sido sabio desde la eternidad, es imposible no ya el poder crear, sino el poder Él mismo existir y mantenerse en el ser.

Luego lo que están enseñando los Testigos de Jehová, cuando le niegan al Verbo o Palabra de Dios existencia eterna consustancial con el Padre, es la imposibilidad de la existencia misma de Dios.

A esto se llega cuando se saca de su contexto, textos oscuros, y son interpretados fuera de los parámetros de la totalidad de las Sagradas Escrituras.



B. Existen otros textos que nos aseguran que Jesucristo o el Verbo o Palabra de Dios, es Dios como el Padre.


1. En primer lugar están los siguientes:

a. Juan 1, 1.14: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios... Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros,...”

b. Juan 10, 30-39: “«Yo y el Padre somos uno»”. Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearlo. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas de parte del Padre les he mostrado. ¿Por cuál de esas obras quieren apedrearme?» Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios»”.

c) Juan 14, 8-11: “Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»?...”

d) Romanos 9, 5: “...y los patriarcas; de ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos.”

e) Tito 2, 13: “...aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo;...”

f) 1Juan 5, 20: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para conocer al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la Vida eterna.”

Nota. Estos textos son tan claros en cuanto a la divinidad de Jesucristo que, los que hicieron la biblia de los Testigos de Jehová se han encargado de tergiversarlos, y así poder cambiar su sentido y hacerles decir lo que no dicen.



2. Objeción de los Testigos de Jehová: “El Padre es mayor que yo” Juan 14, 28

Los testigos de Jehová suelen utilizar este texto (que sólo quiere indicar la naturaleza humana de Jesús) para negar la divinidad de Cristo y apoyar así su condición de pura criatura (creada por Dios y no de su misma naturaleza). Debemos entender que, si Jesucristo es verdadero hombre, es de suponer que en muchas ocasiones hable como hombre.

Este texto puede muy bien ser entendido y se explica perfectamente con el siguiente texto. Leelo y estudialo.

Respuesta:

*Filipenses 2, 5-8: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz."


3. Gracias a Dios existen otros textos que la biblia de los Testigos de Jehová no ha podido tergiversar. Veamo

1. En Hebreos se dice del Hijo (1, 8), «Tú al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste los cimientos de la tierra, y obra de tu mano son los cielos. Ellos permanecerán; todos como un vestido envejecerán; como un manto los enrollarás, como un vestido, y serán cambiado. Pero tú eres el mismo y tus años no tendrán fin» (Hebreos 1, 10-12). Se sabe que el autor está citando textos del Antiguo Testamento a los cuales refiere al Hijo de Dios. Este texto es tomado del Salmo 102(101) 26-28, el cual es una alabanza a Yahweh. Luego el autor de Hebreos, al referir este texto al Hijo, indica que él es Dios creador como Yahweh creador de todo cuanto existe.

2. Existe un texto en el que Jesucristo se pone en el lugar de Dios, asumiendo el rol de la Divinidad. Veamos  (comentario de Ariel Álvarez Valdés): Una vez un joven le preguntó a Jesús qué debía hacer para salvarse (Marcos 10, 17-22). Y el Señor le contestó que cumpliera los mandamientos. Pero sólo le mencionó los preceptos referidos al prójimo (no matarás, no robarás, no mentirás). Llama la atención e impresiona la ausencia del 1º mandamiento en labios de Jesús de seguir sólo a Yahvé, cuando se ve la importancia y centralidad que tenía para los judíos.

»Pero el diálogo continúa. Como el joven ha observado los mandamientos desde su infancia, Jesús le pide que deje todo y lo siga a él. Aquí reaparece el 1º mandamiento. Jesús se aplica a sí mismo la antigua exigencia de seguir exclusivamente a Yahvé. Realiza así una interpretación nueva y revolucionaria del mandamiento principal, inaudita y sólo posible al Hijo de Dios. Seguir a Jesús es, pues, el nuevo Decálogo de los Cristianos.

Luego, si Jesús no es Dios, esta postura suya sería una total y absoluta blasfemia, puesto que estaría sustituyendo el seguimiento exclusivo de Dios consigo mismo. Sería, pues, un acto de rebeldía y una excitación a la idolatría por parte de Jesús de él ser, como enseñan los testigos de Jehová, una simple criatura.


C. Nota cristológica en la Biblia de Jerusalén

En la Biblia de Jerusalén se da una explicación muy interesante al texto de Romanos 9, 5 y que a continuación transcribo para que la estudies:

"El contexto y el mismo ritmo de la frase suponen que la doxología se dirige a Cristo. Si es raro que Pablo dé a Jesús el título de «Dios», como en Tito 2, 13, y le dirija una doxología, como Hebreos 13, 21, lo es porque de ordinario reserva este título para el Padre, como vemos en Romano 15, 6 y otros, y porque considera las personas divinas, más que en el aspecto abstracto de su naturaleza, en el aspecto concreto de sus funciones en la obra de salvación.

Además, siempre tiene presente al Cristo histórico en su realidad concreta de Dios hecho hombre (ver Filipenses 2, 5ss.; Colosenses 1, 15ss.). Por eso le muestra subordinado al Padre (1Corintios 3, 23; 11, 3), tanto en la obra de la creación (1Corintios 8, 6), como de la restauración escatológica (1Corintios 15, 27ss.; Romanos 16, 27, etc.).

Sin embargo, el título de «Kyrios» recibido por Cristo en la Resurrección (Filipenses 2, 9-11; Efesios 1, 20-22; Hebreos 1, 3ss.), es nada menos que el título divino dado a Yahveh en el A.T. (Romanos 10, 9.13; 1Corintios 2, 16).

Para Pablo, Jesús es esencialmente el «Hijo de Dios» (Romanos 1, 3-9; 5, 10; 8, 29; 1Corintios 1, 9; 15, 28; 2Corintios 1, 19; Gálatas 1, 16; 2, 20; 4, 4.6; Efesios 4, 13; 1Tesalonicenses 1, 10; etc.), «su propio Hijo» (Romanos 8, 3.32), el «Hijo de su amor» (Colosenses 1, 13), que pertenece de derecho al mundo divino, de donde ha venido (1Corintios 15, 47), enviado por Dios (Romano 8, 3; Gálatas 4, 4).

Si ha sido investido del título de «Hijo de Dios» de un modo nuevo por la Resurrección (Romanos 1, 4ss.; Hebreos 1, 5; 5, 5), no lo ha recibido en ese momento, porque ya preexistía, de manera no sólo escriturística (1Corintios 10, 4), sino ontológica (Filipenses 2, 6; 2Corintios 8, 9).

Él es la Sabiduría (1Corintios 1, 24.30), la Imagen (2Corintios 4, 4), por quien todo ha sido creado (Colosenses 1, 15-17; Hebreos 1, 3; 1Corintios 8, 6), y por quien todo se re-crea (Romanos 8, 29; Colosenses 3, 10; 1, 18-20), porque él ha reunido en su persona la plenitud de la Divinidad y del mundo (Colosenses 2, 9).

En él ha concebido Dios todo su plan de salvación (Efesios 1, 3ss.), y él es también su fin al igual que el Padre (comparar Romanos 11, 36; 1Corintios 8, 6 y Colosenses 1, 16, 20).

Si el Padre resucita y juzga, también él resucita (comparar Romanos 1, 4ss; 8, 11ss y Filipenses 3, 21) y juzga (comparar Romanos 2, 16 y 1Corintios 4, 5; Romanos 4, 10 y 2Corintios 5, 10).

En una palabra, es una de las Tres Personas que aparecen asociadas en las fórmulas trinitarias (2Corintios 13, 13ss -ver nota a este texto en BJ).

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