LA IGLESIA QUE CRISTO FUNDÓ ES JERÁRQUICA II

Segunda parte

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--Antes de que Francisco continúe -dice Cristal-, me gustaría que uno de ustedes se leyera en primera de Tesalonicenses, capítulo 2, versículo 13.

--Pues, veamos -comienza Samuel-: «Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.»

--Esa palabra de Dios (y no piensen que porque se mencione la "palabra de Dios" ello quiera decir que se está refiriendo a la Biblia, pues muy bien saben que el Nuevo Testamento aún no existía, y el Antiguo Testamento no es la Buena Nueva que ellos están predicando. Así pues, lo que los apóstoles están predicando es la Buena Nueva, el Evangelio de Salvación, la Palabra de Dios a viva voz. Si me pueden refutar esta afirmación, los reto a que lo hagan).

--¡Qué mucho has aprendido de Francisco! -dice admirado Antonio.

--Sí, es verdad -añade Ana-, pero sigamos, que quiero ver la paliza que Cristal les va a dar a estos tipos.

Risas, mientras David y Aníbal no están muy de acuerdo ni muy a gusto con las salidas de Ana.

--Pues, sigamos -continúa Cristal-: Esa palabra de Dios, como podemos apreciar, es transmitida a viva voz por los apóstoles quienes a su vez han recibido de Cristo la autoridad y el mandato de predicar el Evangelio (vean
el ultimo capítulo de Mateo y Marcos, y el primer capítulo de los Hechos). De esta forma podemos entender el pensamiento de San Juan al decir que no necesitamos de otros que nos enseñen.

--A esto me viene a la mente un versículo que hace relación a lo dicho por Cristal y que leí recientemente -dice Antonio-. Si alguien de ustedes quiere leerlo, se encuentra también en primera a los Tesalonicenses, capítulo 4, versículo 1 en adelante.

--¿Por qué no lo lees tú? -insiste Aníbal.

--Bueno, pues, préstame tu Biblia. Reina-Valera ¿No?Leemos: «Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación;…»

--Y así podemos estar todo el día mencionando textos y más textos que demuestran hasta la saciedad que la misma Biblia enseña que la Palabra de Dios se transmite por predicación oral, y que la Biblia necesita de una autoridad externa a ella para ser predicada e interpretada correctamente, y que esa autoridad viene de Dios -insiste Francisco-. Y aclaro lo que ya dijo Cristal, por si queda alguna duda: cuando se menciona en la Biblia “Palabra de Dios”, no se está refiriendo a la misma Biblia, sino a la predicación del Evangelio de Salvación.

--Sí, pero… Esa autoridad te aseguro a ti que no es la jerarquía católica -advierte Aníbal.

--Pues te aseguro a ti -dice Cristal-, no es la protestante, y ninguna iglesia o secta surgida del protestantismo.

--Y les aseguro a ustedes que si no se dan prisa, se les hace tarde, pues ya vamos a entrar -dice Luis.

--Vaya, esta intervención sí que fue corta -añade Ana.

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--Hay algo en el planteamiento de esta mañana que me da a entender que el cristianismo actual está fundamentado sobre arenas movedizas -asegura Luis.

--¿Te puedes explicar? -interroga Samuel

--Ustedes aseguran que la Biblia es la única autoridad y que, por lo tanto no se necesita de ninguna autoridad externa (me refiero a una autoridad humana) para interpretarla. Que, según puedo entender e interpretar, el protestantismo y según enseñanza del mismo Martín Lutero, no hace falta tal autoridad. Pero si hubiera tal autoridad, tal y como lo enseña y defiende la Iglesia Católica (y según puedo ver y entender así lo enseña la Biblia, tal y como lo han ido probando los católicos a través de una gran cantidad de textos bíblicos), tal autoridad, según ustedes, no es ni la católica, ni la protestante, ni ninguna otra, entonces, ¿cuál es? ¿dónde está, si alguna?

»Porque si hoy en día no existe esa autoridad que se refleja y manifiesta en la Biblia, quiérese decir que el cristianismo actual no es el mismo del Nuevo Testamento y, por consiguiente, no está llevando a plenitud el Evangelio de Jesucristo, sino, a lo sumo, parte de él. A lo que puedo concluir que Cristo fracasó.

--¡¿Qué disparate es ése?! -dice David un poco molesto.

--Pues, este disparate es la conclusión a la que he llegado. Y si ustedes no presentan un argumento mejor, creo que se les está quemando el guiso…

--¡Upff! Con razón algo me olía mal -dice Ana.

--Risas.

--Para contestar esa afirmación -dice Francisco-, primero hay que establecer, bíblicamente y fuera de toda duda, si Cristo estableció y dio autoridad a su Iglesia. Claro, como dice Luis, esto se ha ido estableciendo bíblicamente y con la mayor claridad posible, pero desgraciadamente, aún así, ustedes siguen insistiendo en lo contrario.

--¡No! Yo insisto que no -dice David un poco alterado.

--Yo pienso lo mismo -le sigue Aníbal.

--¿Y tú, Samuel? ¿Juan? -pregunta Francisco.

Silencio.

--Yo creo que sí -dice Juan-, que has demostrado hasta la saciedad que la Biblia menciona, habla y enseña que hay una autoridad en la Iglesia fundada por Cristo a la que hay que atenerse; por lo que ante este cúmulo de datos bíblicos, desde hace varios días estoy pensando seriamente rectificar mi posición actual, pero… pienso que deberás establecer claramente dónde está esa autoridad hoy, como muy bien preguntó Luis.

--¡Juan! ¿¡Qué locura es esa?! -Manifiesta David-. Creo que Satanás te está nublando la mente.

--No. Creo que estoy empezando a ver algo que antes no podía o, peor aún, no quería ver.

»Claro, aún quedan muchas lagunas que aclarar, pero lo que se ha dicho durante todas estas semanas hasta ahora, me ha ayudado a entender muchas cosas.

»Y no quiero ser aguajero; así que, no prometeré nada, pero... esto es demasiado serio como para tomarlo a la ligera. Así, pues, veamos cuál es el desenlace de todo esto.

--Sólo espero que no salgas huyendo, como uno por ahí que después de prometer… ¡upsss! ¡Patitas pa´qué te quiero! -sale con otra de las suyas, Ana.
Risas. Mientras David, muy serio, se le queda mirando.

--Bueno. Veamos… -continúa Francisco.

»Aníbal, David, Samuel, muéstrenme por la Biblia que Cristo no dejó establecida una autoridad. Y les recuerdo el principio protestante que dice:

«Lo que no está en la Biblia no puede ser cierto, tiene que estar en la Biblia para que sea verdad.»

»Y no me vengan con los textos que ya han citado anteriormente de segunda carta de San Pablo a Timoteo, capítulo 3, versículos 16 y 17; o la primera carta de Juan, capítulo 2, versículos 26 y 27, las cuales han sido aclaradas hasta la saciedad a favor del principio católico, aunque todavía hay mucho más que añadir.

--No estoy del todo de acuerdo -objeta David.

--No es meramente no estar de acuerdo -aclara Cristal-. Es dar razones validas y convincentes del porqué no estás de acuerdo.

--Pues bien, sigamos -continúa Francisco.

»Ayer pregunté las razones por las cuales Jesucristo se escogió doce hombres de entre todos sus discípulos a los cuales llamó apóstoles.

»La respuesta de Aníbal, aunque acertada, es incompleta…

--¿Sí. Por qué? Explícate -pregunta Aníbal.

--Pues vas a tener que esperar hasta mañana para ello, pues es hora de entrar -dice Luis.
En eso Ana abre la boca, pero al ver que todos se le quedan mirando, la cierra y simplemente se levanta.

*** *** ***
--Siguiendo con el pensamiento de ayer -comienza a hablar Francisco-, si Cristo no hubiese querido una autoridad que le representara, simplemente él no se hubiese molestado elegir a doce hombres de entre sus discípulos; y no solamente los llamó por llamarlos, sino para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. Y no solamente eso, sino que también les dio el poder de echar los demonios y de sanar enfermos (vean Marcos, 3, 13 al 15). Ah, y en esta ocasión fue exclusivamente a ellos.

--¡¿Y qué con eso?! -Objeta David.

--Pues -continúa Francisco-, si Su intención era únicamente que se dedicaran a la propagación del Evangelio, del anuncio de la Buena Nueva de salvación, simplemente se hubiese quedado con los discípulos, y ya. Enviarlos a todos por igual a evangelizar era suficiente.

»Pero no. Cristo sabía muy bien que su Proyecto requeriría algo más que simplemente enviarlos a predicar. El sabía que los seres humanos somos muy volátiles, y que poner esta magna obra en las manos de los hombres así porque sí, sin un elemento que asegurara la estabilidad, solidez y unidad requeridas, este proyecto, al paso de los años se resquebrajaría hasta la total aniquilación

--Y ¿en qué apoyas esa afirmación? -pregunta Aníbal.

--En hechos históricos acontecidos a lo largo de la historia de la Iglesia, y que se agudizó con la “reforma” protestante.

--Para eso Cristo dio el Espíritu Santo… -continúa insistiendo David.

--Sí, Cristo nos dejo el Espíritu Santo -responde Francisco-, pero no es el Espíritu Santo sólo y ya, sino el Espíritu Santo actuando en la Iglesia y con la Iglesia…

--Explícate -exige Samuel.

--El protestantismo asegura haber surgido por voluntad de Dios para restaurar y sacar a luz el verdadero Evangelio que por mucho tiempo había sido obscurecido y olvidado. (Esta opinión -de que el Evangelio estuvo por mucho tiempo obscurecido y olvidado- contradice las promesas de Cristo, a saber, que las fuerzas del infierno no vencerán a la Iglesia -vean Mateo 16, 18; y que Jesús estará con ella todos los días hasta el fin del mundo -vean Mateo 28, 20.)

»Y aquí volveré a repetir lo que ya había dicho de un modo claro y convincente nuestra compañera Cristal: Si la Reforma Protestante fue voluntad de Dios, ¿por qué las más de cuarenta mil iglesias y sectas no siguen y se mantienen unidas, en pensamiento y credo tal y como enseña la Biblia (vean por ejemplo a Efesios, capítulo 4), al que supuestamente Dios eligió para tan gran proyecto de restauración: Martín Lutero? ¿por qué lo rechazan y continúan dividiéndose, dando a entender que el Espíritu Santo está tan confundido como tanta confusión existe en el protestantismo?...

En esto, Aníbal abre tamaños ojos al ver como Francisco levanta la voz, y David abre la boca como para decir algo, mientras Samuel, seriamente se le queda mirando y Juan, con los ojos cerrados, baja la cabeza como para meditar cada palabra. Mientras Francisco, como inspirado y entusiasmado, continúa con su exposición.

--…La Biblia dice claramente que Dios no es un Dios de desorden, sino de paz (vean 1 Corintios 14, 32-33).

»Luego, las continuas divisiones en el protestantismo anulan las razones y el porque de la separación y mal llamada reforma. Dan a entender que Martín Lutero se equivocó, pues el Espíritu Santo no puede fomentar las divisiones, sino la unidad. Y para que esa unidad se dé, se requiere de un principio de unidad. Y siendo la Iglesia (a parte de ser una obra divina, puesto que su fundador es Dios) una institución humana (porque quienes la componen son seres humanos), se requiere que ese principio de unidad sea de condición humana (pero a diferencia de las instituciones puramente humanas como la política, la economía y otros), ésta está sostenida por el poder divino; y es aquí que el Espíritu Santo obra de un modo maravilloso manteniendo la unidad de la Iglesia de Cristo.

--¡Amén! -en alta voz se expresa maravillada y entusiasmada Cristal.

--En todo tu planteamiento hay elementos que aclarar -indica Samuel-. Pero para no estar saltando aquí y allá, quisiera me aclararas lo siguiente, y creo que mis compañeros estarán de acuerdo en que nos pruebes, bíblicamente si Cristo dejó una autoridad que entiendo, según tú, se encuentra en la elección de los apóstoles. ¿Cómo pruebas que Cristo sí estableció en los apóstoles una autoridad, y por ende a través de ellos una jerarquía?

--Pues, muy fácil. ¿Por qué no lees el capítulo 18, versículo 18 de Mateo.

--Veamos: «De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.»

--Está más que claro que el atar y desatar en la tierra será atado y desatado en el cielo, es una alusión a un poder y autoridad conferido por Cristo a sus apóstoles…

--¿Y por qué a sus apóstoles? -objeta Aníbal-. Si leemos desde el primer versículo de ese capítulo 18, vemos que habla de los discípulos que muy bien puede interpretarse a todos los seguidores de Cristo.

--Sí, es cierto que allí hable de los discípulos -aclara Francisco-, pero también sabemos que a los apóstoles después de haber sido elegidos como tales, se les continuó llamando discípulos. Vemos un ejemplo en el capítulo 17 de Mateo, versículos del 1 al 13 donde a Pedro, Santiago y Juan, apóstoles de Cristo, son llamados también discípulos.

»Sé y estoy conciente que este ejemplo no es suficiente para establecer la relación de Mateo 18, 18 con la autoridad dada por Cristo exclusivamente a los apóstoles, pero podemos deducirlo puesto que es un poder dado a la Iglesia, y alguien con la debida autoridad debe ejercerlo con mucha prudencia para mantener la unidad (y no todos los miembros de la Iglesia para evitar una anarquía que puede resultar en daño). Ahora, hay textos que clarifican y fundamentan esta verdad.

»Así, por ejemplo en Apocalipsis 21, 14 se dice que la muralla de la ciudad, o sea, la Iglesia, descansa sobre doce columnas en las que están escritas los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
»Y si este texto no les convence porque se aferran en darle otra interpretación,…

--Como siempre. Para llevarnos la contraria -interrumpe Ana.

--…lean entonces Efesios 2, 19 al 22.

--Leamos, pues -dice Samuel: «Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.»

--Fíjense. ¡Qué interesante! -puntualiza Francisco-. Este texto nos aclara que la Iglesia (figurada aquí como un edificio que va creciendo según van ingresando nuevos miembros) está fundamentada sobre los apóstoles y los profetas. Pero lo interesante es que habla y menciona que Jesucristo es, no la única piedra de la construcción, sino la principal piedra…

--¡Herejía! ¿Cómo te atreves a blasfemar de esa manera? ¡Dios reprenda al Diablo! -exaltado protesta David-. ¡La única piedra angular es Jesucristo, y ningún otro puede tomar su puesto!

--¡Oye, cálmate! No es pa´tanto -lo trata de calmar Ana.

--Si es así. Si es una herejía lo que acabo de decir, pues arranquemos ese texto de la Biblia y echémoslo al zafacón o al fuego, pero no me digas ni niegues que eso no es lo que dice la Biblia -objeta Francisco.

--Entonces me quieres decir que Cristo no es la piedra angular… -dice desatinadamente David.

--Yo ni he dicho eso ni tampoco lo dice el texto leído, todo lo contrario. El texto dice claramente (y que conste que es la Biblia Reina-Valera, una Biblia protestante) que Cristo es "la principal piedra del ángulo", y esta verdad bíblica para nada disminuye o rebaja la autoridad y la realidad de Cristo como la única piedra sobre la cual se sostiene todo el edificio. Sin él, nada puede hacerse, aun los apóstoles como fundamentos.

»Así que, no pongas palabras en mi boca que no he dicho.

--Algo he aprendido a lo largo de estos debates -dice Luis-, que a la Iglesia Católica se le inventan cosas que no ha dicho, hecho ni enseñado, para luego acusarla de esas mismas cosas que no ha dicho ni hecho ni enseñado.

--Me alegro que lo comprendas -añade Cristal-. Así espero te des cuenta de que también muchos profesores en la universidad (y muchos enemigos de la Iglesia) usan esa misma táctica para atacar a la Iglesia Católica, la Biblia y a Jesucristo.
*** *** ***
--Muchachos, quiero me permitan leer un texto relacionado a lo ya expuesto.

--Adelante, Cristal.

--En segunda de Pedro, capítulo 3, versículo 2, dice: «Acordaos de las predicciones de los santos profetas y del mandamiento de vuestros apóstoles que es el mismo del Señor y Salvador.»

»Si nos detenemos en la parte que dice: «del mandamiento de vuestros apóstoles que es el mismo del Señor y Salvador», nos daremos cuenta que cuando los apóstoles y demás dirigentes en la Iglesia enseñan, es como si el mismo Jesucristo hablara para enseñarnos. Creo que este texto y otros más nos dan luz a lo que San Juan dice en el texto que ha dado pie a este debate. Además, es un texto clave para apoyar la autoridad de los apóstoles en la Iglesia.

--Y añadiendo a lo que Cristal dijo -continúa Antonio-, y para apoyar y reforzar la idea bíblica muy bien expresada por nuestra compañera, veamos el siguiente texto en Lucas 10, 16, y dice: «Y dijo Jesús a sus discípulos: El que a ustedes escucha a mí me escucha; el que a ustedes deprecia a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me envió.»

»Esta enseñanza y advertencia, como claramente podemos apreciar, va dirigida a quienes escucharán o despreciarán la enseñanza y predicación de los discípulos en general; y como vemos, los discípulos adquieren una autoridad representativa de Cristo que, muy bien podemos fácilmente entender, es una autoridad que se va a dar a la Iglesia representada en ellos.

--No estoy de acuerdo -dice David.

»Pues bien -continúa Antonio-, siendo que la Iglesia estará fundamentada sobre la base de los apóstoles (tal y como hemos visto en los textos ya mencionados -lean todo el capítulo 10 de Mateo-), es fácil ver y entender (tal y como explicó muy bien Francisco) que esa autoridad será ejercida de un modo especial por los apóstoles como cabezas de unidad en la Iglesia.

--No me convence -sigue insistiendo David.

--Pues, ¿qué objeciones o argumentos puedes presentar para apoyar tu rechazo? -cuestiona Francisco.

--Por ahora, simplemente, no me convence.

--¿O será porque no te conviene, por…? -dice un poco molesta Ana.

--A la verdad que son interesantes estos debates -interviene Luis-. Hasta ahora he visto cómo los del bando protestante lanzan un texto para defender y apoyar sus creencias contra los católicos, y esperan que se les crea; los católicos clarifican, según su modo de ver y entender, partiendo del contexto, lo que el texto realmente quiere decir; y no solamente eso, sino que presentan otros textos que dan más luz al que dio origen al debate, pero los protestantes no los aceptan ni los entienden, y creo que ni les interesa...

--¡Bah! ¡¿Qué sabes tú de estas cosas?! -se queja David. 

--Bueno. Por lo menos desde mi posición puedo ver lo que ustedes no pueden ver. O mejor dicho, ¿lo que ustedes no quieren ver?

--Yo quiero ver argumentos bíblicos sólidos -exige David-. Que inequívocamente enseñen lo que ellos quieren decir.

--¡¿Para qué?! -dice Ana ya más molesta-. Si ya a ti se te presentó un texto bíblico bastante claro… Digo… más que claro, absolutamente clarísimo, el cual mostraba que la Iglesia es la base y el fundamento de la verdad, y saliste huyendo como alma que lleva el diablo. Y… mejor me cayo, no sea que pueda ofender a alguien.

--¡Uff! Ana, estás brava -dice Cristal.

--Bueno, textos claros y sólidos los hay -añade Francisco-, el problema es, ¿estarán ustedes dispuestos en aceptarlos? Porque por lo que veo me siento que estoy predicando en el desierto; estoy predicando al viento que nada sabe ni entiende, sólo lleva la palabra que a la distancia se desvanece sin dejar rastro.

»Por ejemplo: los protestantes nos sacan el texto de la segunda carta de San Pablo a Timoteo, capítulo 3, versículos 16 y 17, donde se dice que, "toda la Escritura es inspirada por Dios", para apoyar la doctrina protestante de sólo la Escritura, cuando en realidad ese texto, por ningún lado que se coja, enseña tal disparate (si estoy equivocado, que lo prueben). Los católicos presentamos una serie de textos (no para contradecir el texto utilizado por los protestantes) que aclaran el verdadero sentido del texto mencionado, los cuales nos dicen y enseñan que no todo lo que Cristo dijo y enseñó se encuentra en la Biblia. Repasen el Evangelio de Juan 20, 30-31 y 21, 24-25 (y si estoy equivocado, que prueben lo contrario). Y aún así se empeñan en continuar defendiendo lo de la libre interpretación de la Biblia, otro disparate que no enseña la Biblia; doctrina protestante que la misma Biblia contradice y condena, tal y como hemos leído en segunda de Pedro, capítulo 3, versículos 15 y 16, y primera de Pedro, 1, 20. Ambos textos dan a entender con toda claridad que nadie puede entender ni interpretar por sí mismo la Biblia (si estoy equivocado, que lo demuestren).

»Pero ante todo este cúmulo de evidencias bíblicas, los protestantes se empeñan en llevar la contraria, no a la Iglesia Católica, sino a la misma Biblia (Libro en el cual ellos dicen y aseguran creer que todo cuanto dice es verdad, más sin embargo veo que utilizan unos textos para tratar de contradecir otros textos).

»Luego, basándose en una interpretación errónea de un texto sacado de contexto, dicen que no necesitamos a nadie que nos guíe y enseñe el Evangelio, pues sólo Cristo es el único que nos puede enseñar. Enseñanza que a todas luces, como hemos visto, debe partir primero de labios humanos para que podamos aprender el Evangelio. Labios humanos, no de cualquiera, que han recibido del mismo Cristo la autoridad de enseñar.

»Y la misma Biblia dice y enseña que esa autoridad está depositada en los apóstoles como fundamentos de la Iglesia la cual es la base y el fundamento de la verdad (si estoy equivocado, reto que prueben lo contrario); pero aún así, ni los mismos textos bíblicos convencen, puesto que se exige de ellos más claridad y solidez.

--Y así pretenden asegurar que la Biblia dice la verdad. ¡Sí, claro! ¡Cómo no! -añade Ana.

--Pues bien -continúa Francisco-. ¿Quieren textos más claros y sólidos? Prepárense para mañana, pues ya vamos a entrar a trabajar.

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--Antes de comenzar en donde nos quedamos ayer -comienza diciendo Cristal-, me gustaría añadir algo a modo de introducción y a la misma vez añadir más argumentos a lo que ya se ha dicho. Si uno de ustedes quiere leer en Hebreos 13, 7.

--Yo leo -interviene Juan: «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.»

--Si se fijan -comienza a explicar Cristal-, este texto menciona cuatro cosas que debemos tener muy en cuanta:

1. El respeto debido a nuestros pastores o dirigentes, pues son los representantes de Cristo. (Quienes a ustedes escuche, a mí me escucha; quienes a ustedes rechace, a mí me rechaza… dijo Cristo.)

2. Pues por medio de ellos es que hemos recibido la Palabra de Dios; el mensaje de la salvación; la Buena Nueva de Jesucristo.

3. Y en ellos hemos de fijarnos para que, viendo su conducta y ejemplo, es decir, el Evangelio de Jesucristo en sus vidas (por eso la insistencia de la Iglesia Católica de que conozcamos la vida de los santos)...

4. ...imitemos su fe, o sea, el Evangelio de Jesucristo encarnado en ellos.

--Ahora digo yo -dice David- ¡Ah, sí! ¡Cómo no! Con los escándalos de sacerdotes que ha habido en la iglesia católica… Muy lejos están de ser esos pastores. ¡Ja!

--Calma, Ana -rápidamente Antonio, con la mano en el hombro de Ana, la tranquiliza, y añade-: Pero no te sirvas con la cuchara ancha y no vayas tan lejos, pues son muchos los pastores o ministros protestantes que también han caído en lo mismo y hasta en cosas peores. Pero una cosa he aprendido también en la universidad, que a la Iglesia Católica, más que a cualquier otra iglesia, se le exagera en sus errores y hasta se le inventa algo para tener con que atacarla.

--Y para que David y Aníbal lo tengan muy en cuenta -continúa Francisco-, ya que ellos se afanan en decir y enseñar que la Biblia es la única autoridad, pues sepan que ella misma dice que en el rebaño de Cristo habrán juntos buenos y malos, y en la misma Iglesia se darán escándalos.

»La prueba de ello está en los siguientes textos. En Segunda de Pedro 2, 1-3, leemos: «En el pueblo de Israel hubo también falsos profetas, como habrá entre ustedes falsos maestros, que introducirán sectas perniciosas, y, renegando del Señor que los redimió, se acarrearán una rápida destrucción. Muchos los seguirán en sus vida viciosa y por su culpa será desprestigiado el camino de la verdad. Y por amor al dinero abusarán de ustedes con discursos engañosos. Pero la condenación los espera a ellos sin remedio, ya que desde hace mucho están condenados.»

»San Pedro dice bien claro que en la Iglesia habrán y surgirán falsos maestros que enseñarán un evangelio diferente del que se ha estado predicando, y que muchos, por su mala conducta desprestigiarán el camino de la verdad. Ahora bien, no por eso la Iglesia dejará ser de Cristo ni dejará de predicar la verdad.

»En otro texto, San Juan nos da más luz al respecto. Veámoslo en Primera Carta de Juan 2, 18-19: «Hijitos, ya es la última hora; y han oído que el anticristo viene, pero ya han venido muchos anticristos; por esto comprobamos que es la última hora. Ellos salieron de nosotros, pero no eran de los nuestros; porque si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros; pero salieron para que se viera que no todos son de los nuestros.»

»¿Qué dice San Juan? ¿qué dijo San Pedro? Pues que esos sacerdotes y demás cristianos católicos que cometieron, cometen y cometerán tales escándalos, en realidad no eran de los nuestros, puesto que si fueran de los nuestros no cometerían tales abominaciones. Por ello, si no se arrepienten, serán condenados.

»Ustedes acusan a la Iglesia de muchos abusos y actos malos que desprestigian y desacreditan a la Iglesia Católica; pues sí, es cierto que en la Iglesia ha habido, hay y habrán muchos malos católicos que escandalizarán a la Iglesia, pero la verdad bíblica es que en ninguna parte San Juan ni San Pedro (ni San Pablo, que en muchas ocasiones, como podemos ver en sus cartas, ha tenido que amonestar y llamar la atención de aquellos cristianos que escandalizan y desprestigian a la Iglesia), ninguno de ellos dice ni asegura que la Iglesia, por culpa de estos escandalosos, se adulterará y se apartará de la verdad. Nada de eso. La Iglesia, como bien enseña la Biblia, vencerá y triunfará sobre las fuerzas del mal, que no pudiendo destruirla desde afuera, le hace mucho daño desde adentro, pero no la podrá vencer. Y esto es promesa de Cristo. (Mateo 16, 18: «ni los poderes del infierno, del Hades o de la Muerte la podrán vencer».)

»Así que, no me vengan con los exabruptos…

--¿Con los qué? -interrumpe Ana.

--Exabruptos. Es como cuando uno se sale de tono y dice cosas fuera de lugar o que no tienen relación con la verdad y realidad -aclara Francisco.

»Eso les pasa a los protestantes (y a los ateos y demás enemigos de la Iglesia) cuando pretenden achacarle a la Iglesia Católica cosas que no son verdad o exageran aquellas que desprestigian a la Iglesia para luego tratar de asegurar que por ello no puede ser cristiana ni mucho menos la Iglesia de Jesucristo.
L--Sí. Lo he visto en la universidad con aquellos profesores ateos y materialistas que parece que no tienen otra cosa que hacer que el de atacar a la Iglesia, a Dios, a Jesucristo, a la Biblia… -añade Cristal.

--Sí. Y ya es hora de entrar -interviene Antonio.

*** *** ***
--David, Aníbal, Samuel Juan -comienza a hablar Francisco- nos exigen y piden que se les muestre por la Biblia el ejercicio de ese poder y autoridad dado por Cristo a los apóstoles. Pues bien. ¿Por qué no leen en Hechos 20, 28?

--Yo leeré -dice Samuel: «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.»

--Gracias, Samuel. Lo interesante de este texto es el hecho innegable de que Pablo se estaba dirigiendo a un grupo selecto, un grupo de cristianos con un cargo en específico. ¿Y quienes eran ese grupo de cristianos? La respuesta está en ese mismo capítulo, versículo 17. Si alguien lo quiere leer.

--«Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso -comienza a leer Juan-, hizo llamar a los ancianos de la iglesia. Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia,…»

--Hasta ahí, creo que es suficiente -interrumpe Francisco-. Como vemos, San Pablo invita... ¿a quién?

--Yo, yo, yo… -levantando las manos como niña de escuela, interrumpe Ana.

--Sí, Ana.

--A los ancianos de la Iglesia.

--David, Aníbal, Juan, Samuel. ¿Quiénes eran esos ancianos de la Iglesia a quienes San Pablo mandó llamar para darles consejos y manifestarles sus últimas palabras?
Silencio.

--Pues la Biblia misma será quién se los muestre -continúa Francisco-. Veamos…

»En el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 14, versículo 23, leemos: «En cada Iglesia designaron presbíteros (que en la Biblia de ustedes traduce como ancianos) y, después de orar y ayunar, los encomendaron al Señor en quien habían creído.»

»O sea, es una verdad bíblica que en cada comunidad cristiana designaron a unas personas (llamadas aquí presbíteros o ancianos), para que estuvieran al frente de dicha Iglesia. Esto lo vemos mucho más claro en la carta que San Pablo dirige a Tito, capítulo 1, versículo 5: «Te dejé en Creta, para que solucionarás los problemas y pusieras presbíteros (ancianos) en todas las ciudades, de acuerdo con mis instrucciones.»

»Luego, estos ancianos o presbíteros, puestos al frente de cada comunidad cristiana, nada menos que por instrucciones de Pablo, serán los que a lo largo de los siglos ejercerán un cargo especial en la Iglesia: el de guiarla, custodiarla, pastorearla.

»Volviendo, pues, a Hechos 20, 28, la autoridad que estos ancianos reciben de Pablo (y es de suponer que los demás apóstoles hicieron lo mismo), es una autoridad querida, auspiciada y promovida por el mismo Espíritu Santo para que «como obispos apacentar la Iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre».

»Si esto no es una instauración de una jerarquía en la Iglesia, entonces, ¿qué es?

--A otros con ese cuento, que a mí no me coges -manifiesta David.

--Entonces, David, ¿tú no crees lo que dice la Biblia? -le cuestiona Francisco.

--¡Claro que sí! lo que pasa es que…

--Lo que pasa es que como lo decimos y lo hemos demostrado los católicos, no se nos puede creer, por más claro que esté en la Biblia -dice Cristal un poco disgustada.

--¿Dónde dice la Biblia de un modo directo e incuestionable que los apóstoles hicieron ejercicio de su autoridad? -sigue insistiendo David.

--Oye, pero ven acá -cuestiona Antonio-. ¿No se ha leído que el mismo San Pablo es quién manda a establecer presbíteros en cada ciudad, y en Hechos 20, 28 se dice que fue por voluntad del Espíritu Santo? Por tanto, si esto no es ejercer la autoridad, ¿qué es entonces? ¿un juego de palabras?

--Creo que el juego se acabó por hoy -advierte Luis-, Ya vamos a entrar.

--De la que se ha salvado David -manifiesta Ana-. Tengo el presentimiento de que en la próxima ocasión le van a dar duro. Y esto no me lo quiero perder.

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